Pablo Busch, Athena Carkovic, Virginia González, Carlos Bonilla.
JI3 2015, número 5, páginas 36-41.
Abstract
Mediante el proceso de fotosíntesis los bosques capturan dióxido de carbono (CO2) desde la atmósfera y generan materia orgánica a partir del carbono removido del aire. Una parte de esta materia orgánica pasa al suelo a través de la descomposición de la biomasa de la madera y de los desechos que genera el árbol, como son ramas, hojas o frutos (Figura 1). Durante el proceso, producto de la respiración de los microorganismos del suelo, se libera nuevamente CO2 al aire. De esta forma, y dependiendo de las condiciones locales, el suelo puede actuar como un sumidero o como una fuente de carbono. Así, el secuestro del carbono consiste en remover el CO2 de la atmósfera a través de las plantas, estabilizarlo y luego fijarlo dentro de los distintos materiales que componen la superficie, lo que reduce su degradación [1]. Este proceso ocurre naturalmente y es típico de los bosques en crecimiento. El secuestro de carbono ha concitado gran interés a nivel mundial, principalmente debido a que la mayoría de los suelos se encuentran por debajo de su capacidad máxima de almacenamiento de carbono [2]. Al comparar el reservorio global edáfico, que se estima de 2.500 Gt (1 Gt=1.015 gramos) de carbono, con el contenido de 760 Gt de la atmósfera y de 38.000 Gt del océano [1], es evidente la gran importancia del suelo en el balance global del carbono. La pérdida de este último en una pequeña fracción del suelo podría generar cambios climáticos globales y graves consecuencias en la atmósfera. Recuperar el potencial de carbono en los suelos surge como alternativa para tratar el problema atmosférico mundial. Para analizar esta posibilidad es necesario cuantificar la capacidad y rapidez del suelo para secuestrar carbono. El objetivo de este estudio es cuantificar el potencial de secuestro de carbono en el suelo de un bosque de la Patagonia chilena. Para ello se utilizó el modelo Century [3] con el cual se estimó la acumulación de carbono en el suelo para un período de 100 años. Century es un modelo especialmente desarrollado para simular los ciclos del Carbono, Nitrógeno, Fósforo y Azufre y de la materia orgánica en ecosistemas terrestres, y ha sido validado en bosques en diversos estudios [4,5]. El modelo Century divide el suelo en tres reservorios: uno activo, uno lento y uno pasivo (Figura 1). El reservorio activo corresponde al material lábil del suelo, formado por los primeros productos de la actividad de los microorganismos. Un ejemplo de este material es el humus, el cual tiene una alta tasa de degradación. El reservorio lento corresponde a la materia orgánica más estable y con una tasa de descomposición intermedia. Finalmente, el reservorio pasivo corresponde al material químicamente resistente y físicamente protegido, de casi nula descomposición. Los flujos de materia entre cada reservorio se determinan en función de la composición del suelo, la temperatura y la humedad [3].